El valor de tus ideas: las personas marcamos la diferencia.


Son muchas las veces que temes compartir tu idea, por "miedo" a que otra persona te robe la ocurrencia y se ponga a desarrollar su propio negocio y a crear valor desde la competencia. En cierta manera es normal que un emprendedor idealice su proyecto de negocio. La perseverancia y el valor para continuar suelen ser consecuencia de esta fe en la idea. Pero el temor a que se la roben suele ser más una paranoia que un riesgo real.

Y es que las ideas por si solas no tienen mucho valor. El verdadero riesgo de que alguien quiera imitar tu idea es cuando ya has demostrado que funciona. Y esto tiene un nombre: se llama competencia.

Incluso en los pocos casos de innovación revolucionaria aparecerá la competencia, y si el concepto tiene mucho éxito, será enseguida. Si nuestros competidores lo hacen mejor, aportando más valor añadido al cliente, entonces la empresa innovadora perderá rápidamente cuota de mercado. Ser el primero en el mercado es una ventaja temporal. A la larga solo la calidad del producto y del servicio permitirá mantenerse.

Las personas hacen la diferencia

Para conseguir que una buena idea de negocio se convierta en una empresa exitosa, acabo de explicar que hace falta acertar a contestar a la pregunta del “¿cómo?” Eso solo se puede hacer de una forma: con un buen equipo.

Las buenas ideas las puede tener cualquiera, pero las miles de pequeñas ocurrencias que permiten diseñar la implementación del concepto nacen de la mente de las personas adecuadas. Y no hablo de tener estudios o no, sino las habilidades, los conocimientos o el valor necesarios para enfrentarse al mercado. 

¿Cómo saber si la idea es buena o mala?

Analizarla con un plan de negocio es un buen comienzo. En muchos casos, este paso permite darse cuenta de los fallos más evidentes. Por ejemplo podemos llegar a la conclusión de que no hay mercado suficiente para rentabilizar una empresa basada en esta idea de negocio. Por lo tanto no crearíamos valor, y la idea es mala. O quizás pese a tener mercado, los costes sean demasiado elevados y nunca podríamos ofrecer un precio competitivo.

Pero el plan de empresa, aunque sea de mucha ayuda, nunca va a poder garantizar el éxito de las ideas.  Al final, el consumidor tiene la última palabra. Puede que tengamos un gran producto, una magnifica estrategia y estudios que apoyan nuestro proyecto, pero si el cliente no está convencido y no compra, o admitimos el fracaso o tenemos que valorar rediseñar las cosas. Las ideas buenas son las que venden, no las que gana premios o asombran por su originalidad. Si quieres saber si tu idea era buena o mala, tendrás que tirarte a la piscina!




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